jueves, 24 de enero de 2013

Creencias e incoherencias

CREENCIAS E INCOHERENCIAS

Cuando alguien pregona determinada actitud, y actúa de modo diferente al que propone, pierde coherencia, y por tanto pierde poder. Tiene más autoridad quien se comporta como piensa (aunque no diga nada), que quien habla y hace lo contrario de lo que dice.

Cuanto más estrecho es el vínculo con otras personas, más importancia reviste la coherencia entre lo que se dice y se hace. Si tu padre te dice: “confía en ti, hijo; tú puedes hacerlo”, y al mismo tiempo ves qué él no confía en sí mismo, esas palabras te parecerán vacías. 

Jorge Guasp
Imagen: 123rf.com
CREENCIAS E INCOHERENCIAS

Cuando alguien pregona determinada actitud, y actúa de modo diferente al que propone, pierde coherencia, y por tanto pierde poder. Ti...ene más autoridad quien se comporta como piensa (aunque no diga nada), que quien habla y hace lo contrario de lo que dice.

Cuanto más estrecho es el vínculo con otras personas, más importancia reviste la coherencia entre lo que se dice y se hace. Si tu padre te dice: “confía en ti, hijo; tú puedes hacerlo”, y al mismo tiempo ves qué él no confía en sí mismo, esas palabras te parecerán vacías.

Jorge Guasp
Imagen: 123rf.com

martes, 22 de enero de 2013

ADICCIÓN A LOS ESTÍMULOS EXTERNOS

La instantaneidad de la comunicación virtual nos ha vuelto adictos a la novedad. Vivimos el momento presente, pero mirando hacia fuera, y no hacia adentro. Estamos ansiosos por leer las noticias en las red...es sociales, como si ellas modificaran en algo nuestra vida cotidiana.

En varias ocasiones estuve a punto de atropellar adolescentes en la ciclovía: caminan absortos mirando su celular, y no escuchan. Van sordos y ciegos. Avanzan en zigzag. Si no están revisando el correo, el Facebook o los mensajes, van escuchando música. Y se espantan cuando advierten que una bicicleta está a punto de estrellarse contra su cuerpo. Otros van en moto o en bicicleta, y envían mensajes de texto mientras conducen con una sola mano (ver foto). La seguridad es lo de menos: lo importante es leer o contestar al instante.

El silencio, tanto exterior como mental, va desapareciendo de nuestras vidas. Estamos bombardeados todo el tiempo por estímulos externos. Ya no recordamos quiénes somos, ni cómo nos sentimos. En cierto modo, el silencio nos aterra, porque nos recuerda que cuanto más nos llenamos por fuera, más vacíos y confundidos estamos por dentro.

Jorge Guasp
Imagen: yumeki.org

viernes, 18 de enero de 2013

¿DE QUIÉN ES EL PROBLEMA?

-Quiero que ella cambie. Se está perdiendo oportunidades fabulosas porque no presta atención, y no confía en ella.
-¿Y de quién es el problema?
-¡De ella, por supuesto! Vive una vida que no le conviene; podría vi...vir mucho mejor…
-A ver… ¿ella quiere cambiar?
-No, ese es el problema: que no quiere cambiar.
-¿Y eso es un problema para quién?
-Para ella.
-Si fuera un problema para ella, estaría pensando en cómo cambiar. Pero ella no quiere cambiar. El problema no es de ella. El problema es tuyo.
-¿¿¿¿Mío?????
-Claro. Es tu problema. Deseas que cambie alguien que no quiere cambiar. Estás empecinado, y no estás en paz; te pasas el día pensando en cómo convencerla de que cambie. Mientras tanto, ella vive en paz.
-Mmmm… Es cierto. No lo había pensando así…

Con demasiada frecuencia nos hacemos cargo de los “problemas” ajenos, y pretendemos forzar a los demás a resolverlos, a que cambien, a que tomen decisiones que no están dispuestos a tomar. Creemos que el problema es de los demás, cuando en realidad es nuestro.

Cada uno resuelve su propia vida. Si no te gusta cómo vive la vida la gente que te rodea, puedes sufrir por eso, presionarlos para que cambien, o aceptar que es su vida, y no la tuya. ¿Cuál de las opciones eliges?

Jorge Guasp
Imagen: es.123rf.com

miércoles, 16 de enero de 2013

¿TE ABURRE LA VIDA EQUILIBRADA?

“Subir y bajar de peso. Gastar de más, y luego restringirse al máximo. Destruir la naturaleza y luego preocuparse por conservarla y restaurarla. Contaminar y luego descontaminar. Robar, y luego cumplir una p...ena de reclusión para expurgar el delito. Fumar para hacer más excitante la vida; y dejar de fumar para que esa vida excitante no acabe antes de lo previsto…”

“Pasamos de un extremo al otro, sin saber cómo alcanzar un equilibrio. Y paradójicamente, con frecuencia creemos que en estos incesantes altibajos radica el aspecto excitante de una vida plena. Esta parece ser, en parte, una suerte de adicción a cualquier situación que modifique la rutina habitual. Es la idea de que el amor y la vida deben ser intensos, y de que esa intensidad estriba, quizá, en alternar el odio con el amor, el sobrepeso con la delgadez, el gasto descontrolado con la avaricia”.

“El trajinado concepto de felicidad, que buscamos en reemplazo de la sabia paz interior de la que habla el mundo oriental, depende de lo que sucede en el mundo exterior. Por lo tanto, si en dicho mundo no sucede nada trascendente (tenemos una relación sin altibajos, un trabajo que nos apasiona y que no queremos cambiar, etc.), parece que nos faltara algo. Y parece también que eso que nos falta no debe ser necesariamente positivo, sino que alcanza con introducir cambios que le inyecten “adrenalina” a nuestra vida. Aunque esos cambios, con frecuencia, nos traigan más inconvenientes que beneficios, y nos fuercen a recomenzar el círculo vicioso de la búsqueda”.

(Fragmentos de ¿Dónde está mi Felicidad?, de Jorge Guasp)

Imagen: semanacincuentaydos.wordpress.com
¿SOMERO O PROFUNDO?

Sólo podemos advertir cómo es el interior de un lago si el agua está en calma, y es cristialina. Las aguas turbias nos confunden: no sabemos si debajo de ellas se esconden piedras, animales peligrosos, un abismo insonda...ble, o si sólo estamos ante unos pocos centímetros de profundidad. Lo mismo sucede con las personas. Las que tienen conductas oscuras, y nunca están serenas, nos inspiran desconfianza. Quienes por el contrario son transparentes, claros en su expresión y calmos en su proceder, cosechan nuestra confianza.

La profundidad de las personas no depende de lo que ellas dicen, sino de lo que nos muestran, es decir, de lo que podemos ver en ellas por detrás de su comportamiento. Los sabios suelen hablar poco. Sin embargo, la sabiduría se reconoce en su mirada, y su profundidad, como la del agua clara de los lagos, se advierte de inmediato. Es posible ver el fondo de su alma con sólo asomarse a las aguas cristalinas de sus ojos. Y esa profundidad les otorga un poder que el intelecto no lograr entender.

Jorge Guasp
Imagen: esencia-gorka.blogspot.com
¿NO TENGO TIEMPO?

Muchos se quejan de no tener tiempo para hacer actividad física, y utilizan ascensores en lugar de subir por la escalera; hacen dos cuadras en coche, en lugar de caminarlas (y pierden tiempo buscando dónde dejar el coche)...; esperan a sus hijos una hora fuera de la pileta, en vez de aprovechar ese tiempo para caminar, nadar o jugar en el agua con ellos; llevan las bolsas de compras en un carro, en lugar de cargarlas a mano…

Otros argumentan que no tienen tiempo para practicar meditación o estar en silencio, pero jamás apagan la radio o el televisor, incluso cuando no están prestándoles atención; y cuando están solos, no aprovechan ese instante de calma sino que corren a llamar a alguien, ponen música o huyen de la casa.

La vida nos ofrece oportunidades todo el tiempo. Pero estamos distraídos, y con frecuencia no las vemos. O bien declaramos querer situaciones que en realidad no deseamos. La contradicción entre lo que supuestamente queremos, y lo que finalmente hacemos, es una fuente constante de aprendizaje: nos permite analizar si estamos comprometidos con lo que deseamos para nuestra vida, y ver en qué gastamos o malgastamos el tiempo y los recursos de toda índole.

En lugar de decir “no tengo tiempo”, quizá podríamos empezar por decir “le dedico el tiempo a otra actividad”, y analizar si ese uso del tiempo está alineado con nuestros propósitos. Al fin de cuentas, si queremos tener coherencia entre lo que decimos y hacemos, debemos empezar por ser sinceros con nosotros mismos…


Jorge Guasp
Imagen: fondosya.com
¿HE CAMBIADO, O SIGO ACTUANDO IGUAL?

Con frecuencia hablo con gente que se me acerca eufórica, y me dice: “¿recordás lo que me pasaba la última vez que hablamos? Pues… he cambiado. Ya no soy la misma persona. El problema está superado”. S...in embargo, al cabo de un tiempo vuelven a pasar por la misma situación, y no tengo más alternativa que preguntarles: ¿acaso no habías cambiado?

Mucha gente cree que para cambiar de conducta basta modificar los pensamientos. Ojalá fuese así, pero no es tan fácil. Como comento en mi libro, los pensamientos son difíciles de gobernar. Por lo tanto, lo que pensamos hoy y mañana, incluso sobre una misma persona o hecho, puede modificarse radicalmente. Por lo demás, los pensamientos o la información recibida no alcanzan para hacer cambios profundos. Todos sabemos que fumar o beber alcohol en exceso es perjudicial para la salud. Pero esa información no basta para dejar esos hábitos.

Para detonar un cambio, la información debe modificar nuestras emociones. Los cambios tienen un origen emocional, y no meramente racional. Sin embargo, las emociones tampoco son garantía de que el cambio sea profundo, puesto que varían de un momento a otro. Si la emoción que detona un cambio no se asocia con el compromiso de revertir determinada situación, es decir, con una meta a largo plazo, el cambio será sólo circunstancial. Y la persona volverá a su comportamiento habitual tarde o temprano.

Al igual que los cambios físicos, los cambios de conducta son graduales (salvo excepciones, como por ejemplo abandonar súbitamente una actividad por haber estado al borde de la muerte). Por lo tanto, es probable que a nosotros mismos nos cueste identificar los cambios que hemos hecho, y que les resulte más fácil advertirlos a quienes nos conocen bien pero no nos ven con mucha frecuencia.

Sobra decir que los cambios se producen en ciertos dominios o áreas de la vida, y no abarcan todos los aspectos de la conducta al mismo tiempo. Un ejemplo de cambio es la modificación de los hábitos de alimentación. Si bien un cambio en la alimentación no garantiza la posibilidad de modificar otros aspectos de la vida, se puede utilizar como aprendizaje para transformar la conducta en otros órdenes. De hecho, en Coaching se utilizan ciertos aprendizajes para visualizar el modo en que los cambios se han logrado, y para extrapolar dichas modificaciones a otros ámbitos de la vida. Por lo demás, hacer un cambio exitoso en algún área de la vida inspira confianza, y esta confianza puede utilizarse como base para continuar modificando la conducta en otros ámbitos. Un logro consolida la autoestima. Y la mejora de la autoestima permite lograr otras metas.

A menudo las personas creen haber cambiado simplemente porque todo va bien, y no viven situaciones que disparen las conductas que creen haber dejado atrás. Si soy violento con mi pareja y digo que he cambiado, no podré comprobarlo hasta que una discusión con ella me provoque una ira suficiente para desafiar mi conducta, y permitirme verificar si el cambio es verdadero. Por lo tanto, decir que he cambiado sin comprobarlo con una situación extrema, implica quizá engañarme a mí mismo.

Esto nos lleva a hacernos una pregunta, que me parece clave: ¿Cómo saber si en verdad hemos cambiado? La respuesta no es sencilla, ni única. Pero creo que existen algunos indicios de que los cambios son verdaderos, profundos y duraderos:

Una primera exploración es comprobar si aún me afecta, o no, lo mismo que antes me afectaba. Si hasta ahora insultaba a mi mujer en toda discusión fuerte que teníamos, y ahora soy capaz de dialogar con ella sin agredirla, existe un primer indicio de que he modificado mi conducta. Sobra decir que sortear con éxito una situación como la descripta tampoco es garantía de un cambio total: la verificación dependerá de mi capacidad para sobrellevar varias situaciones similares, en diferentes condiciones emocionales, para que finalmente pueda decirme a mí mismo (antes de decírselo a los demás) que estoy en un proceso profundo de cambio, duradero a largo plazo.

Otro síntoma de cambio es comprobar que uno ya no tiene necesidad de demostrar nada, ni de establecer comparaciones con otras personas o situaciones. Si pretendo convencer al mundo de que he cambiado, lo más probable es que esté ejerciendo un control sobre mi conducta para demostrar que el cambio es real (sabiendo íntimamente que es ficticio). Y lo más probable es que, cuando ese control se debilite por algún motivo, mi conducta vuelva a su viejo patrón.

Los cambios profundos no apuntan a demostrarle al mundo que he cambiado, sino que están destinados a hacerme más feliz, y a lograr ciertos resultados que antes no podía conseguir. Si mi mirada sigue dependiendo completamente de que los demás aprueben mi conducta, es probable que mi cambio sea ficticio (es decir, que haya cambiado pensando en los demás, y no en mi propio bienestar). Si por el contrario hago ciertos cambios, me siento en paz con ellos y logro mis metas sin necesidad de contárselo a nadie, estaré en presencia de señales de un cambio persistente en conductas que antes me resultaban nocivas.

Lo más importante de cualquier cambio no es lo que otros dicen de mí, sino lo que yo experimento a consecuencia de esas modificaciones de conducta. Sin embargo, la opinión ajena es también un buen barómetro para determinar si mis cambios son permanentes, o si aún estoy bajo la amenaza de una tormenta emocional que devolverá mi vida a los momentos previos al supuesto cambio. Cuando varias personas que me aprecian dicen de mí lo mismo, ya sea positivo o negativo, lo menos que puedo hacer es escucharlas y reflexionar acerca de lo que expresan. Si en su mayoría esos juicios coinciden, lo más probable es que esas personas estén viendo en mí algo que yo no veo; por lo tanto, valdrá la pena que adopte una actitud humilde, que me reúna con personas de confianza, y les pregunte con sinceridad qué piensan acerca de mi comportamiento. Mis futuros cambios dependerán de estas opiniones, y sobre todo, de mi capacidad para escuchar sin juzgar lo que otros tienen para decirme. Si dialogo con mis amigos y sólo procuro defender mi postura en lugar de escucharlos en profundidad, contaré con un indicio de que no ha cambiado en absoluto; y sabré también que, en la medida en que no aprenda a escuchar a quienes me hablan con sinceridad, los cambios me resultarán difíciles de llevar a cabo.

Otra característica de los cambios profundos es que, una vez realizados, se incorporan a la conducta habitual, es decir, ya no se notan. Si mi cambio es positivo y tan profundo que ya ni siquiera recuerdo cómo era yo antes de cambiar, me sentiré satisfecho con mi nueva conducta cuando alguien me la haga notar, e iré en busca de nuevos hábitos que necesiten ser mejorados. Si por el contrario voy por el mundo diciendo con arrogancia que he cambiado, lo más probable es que, en el fondo, yo siga siendo el mismo de siempre…

JORGE GUASP
COACH ONTOLÓGICO
LIFE COACH
LOS CONSEJEROS DE LA VIDA

Dar consejos sobre el funcionamiento de un coche, un lavarropas o un teléfono celular me parece perfecto. Pero aconsejar a alguien sobre cómo debe vivir su vida, me parece pernicioso (no sólo para el aconsejado si...no también para el propio consejero).

Por lo general creemos saber cómo funciona la vida en todos sus órdenes, y qué decisiones debe tomar cada persona (menos nosotros) en cierta situación. Es común escuchar: “yo en su lugar haría lo siguiente…” El inconveniente es que… no somos el otro. Y cuando opinamos, lo hacemos desde nuestra experiencia de vida, no desde la perspectiva de la persona que debe tomar la decisión.

Aconsejar tiene algunas consecuencias negativas. En primer lugar, si el consejo que damos resulta efectivo, lo más probable es que la persona vuelva a pedirnos opinión, creando así un círculo vicioso de dependencia. Si por el contrario el consejo no surte el efecto esperado, es posible que la persona nos culpe, y no se haga responsable de su decisión.

Otro inconveniente es que cuando alguien actúa sobre la base de la opinión ajena, no aprende. La clave de una vida libre y dichosa es el aprendizaje continuo. Y el único modo de aprender es equivocarse por decisión propia, no por sugerencias ajenas.

Los “consejeros” suelen creerse dueños de la verdad. Lo concreto es que no sólo no tienen la verdad, sino que esa supuesta “verdad” no existe. En todo caso existen “verdades” personales, que dependen del punto de vista de cada uno. Y esas verdades deben ser descubiertas por uno mismo, con independencia de lo que piensen los consejeros.

En coaching, aconsejar a los clientes es inadmisible. Los consejos van en contra de los principios de esta disciplina, que apunta a que cada persona descubra en sí misma los recursos necesarios para solucionar sus conflictos, y tome a continuación sus propias decisiones.

Jorge Guasp
Imagen: elpais.com
Ver más
CON ESTILO PROPIO

Cuando uno lee y comienza a escribir, suele copiar a los escritores leídos. La influencia es inevitable, pero también fácil de reconocer por uno mismo. Uno procura copiar a otro en un intento por convertirse, de algún mod...o, en el escritor a quien admira.

Para poder crear un estilo literario propio, es necesario leer mucho, y escribir hasta advertir que no hay en el texto ninguna influencia evidente, es decir, ninguna “copia fiel” del estilo ajeno. Con el tiempo, lo que uno ha leído se mezcla en la licuadora cerebral, hasta que se obtiene una mezcla homogénea en la que no se pueden discernir frases o modos de redactar copiados de otros autores. Aun así, en la escritura siempre pueden advertirse influencias, como se notan ciertos sabores predominantes en un licuado (a pesar de que sus ingredientes están mezclados).

En la vida sucede algo similar. Para poder tener ideas formadas acerca de un tema, y no ceder fácilmente a las opiniones ajenas, es necesario haber leído mucho, haber reflexionado y haber aprendido personalmente. Cuando hablo de “aprender personalmente” me refiero a haber experimentado en carne propia una situación, y haber salido de ella con un nuevo bagaje de conocimientos prácticos, que en el futuro permitan sortear con éxito una situación similar.

Leer y estudiar no alcanza para gestar un estilo propio. Vivir tampoco es suficiente. Se trata de una mezcla de experiencias y conocimientos, de lecturas, reflexiones, re-lecturas, dudas, toma de notas, aprendizajes, descubrimientos personales, etc., etc., etc. Pero el punto clave es, quizá, el conocimiento que uno va adquiriendo acerca de sí mismo, y del modo en que piensa, actúa, siente y enfrenta la vida.

Un aspecto importante, al menos para mí, es no tomar a ninguna persona como dueña de la verdad absoluta, al punto de verme tentado de seguirla incondicionalmente en su modo de pensar. En el otro extremo, me parece clave descubrir que uno puede aprender a cada instante de cualquier situación, libro, persona, y sobre todo, de uno mismo. Cuando esto ocurre de verdad, es difícil que uno se sienta tentado de decir: esto ya lo sé, esto es así, etc.

Considero que, en Coaching, el estilo propio implica aprender todo el tiempo de uno mismo y de los demás: en especial de colegas y clientes, pero también del verdulero, el taxista e incluso del perro que está en la esquina tomando sol y disfrutando de la vida. Este aprendizaje continuo refuerza el estilo propio, y se agrega al “licuado” del que hablaba antes.

El estilo propio no se puede describir con palabras. Es una suma de actitudes, capacidades, defectos y también virtudes. Es lo que nos hace una persona única, diferente del resto; es el camino que nos permite disfrutar de la vida, sacar provecho de nuestras cualidades, y aprender de nuestros errores.

En resumen, siempre es mejor ser uno mismo, con virtudes y defectos, que emular a otros para convertirse en una mala versión de ellos.

Jorge Guasp
Imagen: librosliteratura.com
Ver más