EL CUERPO Y LAS EXPERIENCIAS EN LA NATURALEZA


Cuando hablamos de experiencias, con frecuencia pensamos en el ambiente que las provee, ya sea la naturaleza, un bar o un parque de diversiones. Sin embargo, el único modo en que, como seres humanos, podemos vivir una experiencia determinada, es a través de nuestro cuerpo. Incluso aquellas experiencias que juzgamos provenientes del mundo exterior, como contemplar un paisaje montañoso o un atardecer en el mar, no están determinadas por la “realidad” externa, sino por la interna: los colores del paisaje no están allá afuera, sino que se forman en nuestro cerebro merced a la interacción del sistema visual, la luz solar, el sistema nervioso y nuestra capacidad cognitiva. La belleza del mar no está en el mar, sino en la apreciación estética que le brinda el hombre a través de su percepción.

¿Cómo sabemos que una experiencia es placentera? Es el cuerpo, precisamente, el que distingue el placer, incluso el placer estético de la lectura de un buen libro. La mente puede decir “qué libro más interesante!”; pero es el cuerpo el que registra la experiencia.

Aunque no podríamos hacer trekking sin nuestro par de piernas y nuestro corazón, y no podríamos ver pájaros sin los ojos, ni escuchar su canto sin los oídos, no siempre le prestamos atención al cuerpo. Y en el cuerpo no sólo está la capacidad de desplazarnos, y de reconocer árboles y animales gracias a nuestras distinciones lingüísticas: las emociones, parte fundamental de nuestras decisiones, se experimentan en el cuerpo, y constituyen un importante vínculo entre el mundo exterior y el modo en que lo interpretamos.

Habitualmente ponemos la atención afuera, en el agua, el bosque, los pájaros… pero ¿qué nos sucede a nosotros mientras contemplamos la naturaleza? ¿Sabemos cuáles son nuestras emociones en ese momento? ¿Estamos preocupados, pensando en volver a casa, en lugar de disfrutar de la paz del lugar? Si así fuera, ¿somos capaces de reconocer esa preocupación en nuestro cuerpo, disfrazada de tensión muscular?

Nuestro corazón se agita al subir una montaña. Luego el cuerpo se acostumbra a la caminata, y nos sentimos más aliviados. Nuestra respiración se normaliza, y podemos respirar profundamente, sintiendo el aire fresco que penetra en los pulmones…

Estar conciente, entregado plenamente a la experiencia presente, es a mi juicio una condición clave para disfrutar de la naturaleza. Y el único modo de hacerlo es a través del cuerpo: sintiendo la respiración; la vida que fluye, silenciosa; la vibración de los sonidos en nuestro oído; las emociones, que sólo reconocemos cuando somos capaces de ponerle un nombre.

Celebremos la naturaleza y la vida. Y con ellas, el cuerpo, esa máquina asombrosa que nos permite transformar el planeta Tierra en experiencias humanas.

Jorge Guasp

No hay comentarios:

Publicar un comentario