LA PAZ QUE SIENTO EN EL BOSQUE, ¿VIVE EN LOS ÁRBOLES O HABITA EN MÌ?

Cuando estamos en medio de un bosque, con frecuencia comentamos con nuestros compañeros de excursión: “Qué paz que se respira en este lugar…”. Si bien estamos haciendo referencia al silencio, la ausencia de ruidos molestos, y la armonía que se percibe en la naturaleza, cabe preguntarse qué es exactamente lo que nos inspira paz. ¿Es esa la misma paz que sentimos dentro de una iglesia, con independencia de que creamos o no en Dios? ¿Cuándo estamos en una habitación, en completo silencio, también experimentamos paz?

En mi artículo “Naturaleza y rutina”, me referí a la aceptación de la naturaleza tal como es. En este caso quiero ampliar ese concepto, y relacionarlo con la paz.

La paz es el estado de ánimo que surge de la aceptación de aquello que no podemos cambiar. A veces creemos que sólo podemos alcanzar la paz en un lugar silencioso, apartado del mundo. Sin embargo, como la paz es un estado interno, que uno mismo declara, es posible alcanzarla incluso en medio de la guerra, a condición de que aceptemos plenamente lo que sucede.

La vida cotidiana nos plantea el desafío de aceptar o rechazar lo que nos pasa, tanto interna como externamente. Podemos aceptar el caos del tránsito, los ruidos, las injusticias, etc., y también nuestras emociones, como el enojo, la tristeza y el miedo. Pero también podemos rechazar estas situaciones y emociones, volviéndonos así incapaces de alcanzar la paz.

Vivimos en un mundo de opiniones. El único modo de lograr la aceptación es, precisamente, dejar de lado nuestros juicios acerca de cómo debería ser el mundo. Si esperamos un día de sol y temperatura agradable, y en cambio está nublado y hace frío, podemos decir que “el día está horrible”, y nuestra emoción será entonces negativa. El único modo de modificar esa emoción es aceptar el estado del tiempo. Lo mismo sucede en las relaciones humanas: la aceptación es el camino hacia la paz, y también hacia el amor, puesto que el amor es la aceptación del otro tal cual es.

La naturaleza nos brinda una maravillosa posibilidad de aprendizaje, basada precisamente en la aceptación. Cuando estamos en el bosque, podemos hacer juicios sobre nuestra vida pasada, o conjeturar sobre el futuro. Pero si estamos verdaderamente presentes, nos daremos cuenta de que la naturaleza nos inspira una emoción de aceptación. Nadie piensa que un árbol debería ser más alto de lo que es, o que debería estar en otro lugar, o que un animal tendría que correr más rápido, o ser más pequeño o más grande. En la naturaleza todo es como es; por tanto, la aceptamos sin juzgarla.

Si logramos volvernos concientes de esta aceptación, y podemos percibirla en el cuerpo, entraremos lentamente en el reino de la paz, y podremos trasladar luego ese estado a otros dominios de nuestra existencia. Si quisiéramos ir más allá, podríamos anclar en nuestro cuerpo ese estado de paz, y recuperarlo luego a través de la evocación de nuestro contacto con el bosque. Porque los árboles y los pájaros pueden inspirarnos paz. Pero esa paz sólo puede habitar en el interior de nuestro ser.

Jorge Guasp

1 comentario:

  1. hola...muy cierto e interesante tu articulo ademas me hizo reflexionar y darme cuenta del verdadero significado de la paz... gracias por este hermoso articulo...lo necesitaba :-)

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