La declaración de “no” es una de las declaraciones fundamentales de la vida. Decir “no” es poner límites; es constituirnos como seres autónomos, libres, que saben lo que quieren y pueden hacerse respetar.
Cuando decimos “no” y otro no respeta nuestra negativa, nos sentimos avasallados. Cuando queremos decir “no” y no nos atrevemos, vemos menoscabada nuestra dignidad como personas.
Con frecuencia, el precio de decir “no” es alto, especialmente cuando otros nos piden algo contando con nuestra aprobación. ¿Estamos dispuestos a pagar el precio de decir que “no”? ¿Somos capaces de decirle “no” a los deseos ajenos que no encajan en nuestra vida, aceptando que otros se enojen por eso?
Cuando decimos “no”, ¿experimentamos culpa, o sentimos la satisfacción de ser fieles a nosotros mismos?
Jorge Guasp
No hay comentarios:
Publicar un comentario