miércoles, 16 de enero de 2013

LOS CONSEJEROS DE LA VIDA

Dar consejos sobre el funcionamiento de un coche, un lavarropas o un teléfono celular me parece perfecto. Pero aconsejar a alguien sobre cómo debe vivir su vida, me parece pernicioso (no sólo para el aconsejado si...no también para el propio consejero).

Por lo general creemos saber cómo funciona la vida en todos sus órdenes, y qué decisiones debe tomar cada persona (menos nosotros) en cierta situación. Es común escuchar: “yo en su lugar haría lo siguiente…” El inconveniente es que… no somos el otro. Y cuando opinamos, lo hacemos desde nuestra experiencia de vida, no desde la perspectiva de la persona que debe tomar la decisión.

Aconsejar tiene algunas consecuencias negativas. En primer lugar, si el consejo que damos resulta efectivo, lo más probable es que la persona vuelva a pedirnos opinión, creando así un círculo vicioso de dependencia. Si por el contrario el consejo no surte el efecto esperado, es posible que la persona nos culpe, y no se haga responsable de su decisión.

Otro inconveniente es que cuando alguien actúa sobre la base de la opinión ajena, no aprende. La clave de una vida libre y dichosa es el aprendizaje continuo. Y el único modo de aprender es equivocarse por decisión propia, no por sugerencias ajenas.

Los “consejeros” suelen creerse dueños de la verdad. Lo concreto es que no sólo no tienen la verdad, sino que esa supuesta “verdad” no existe. En todo caso existen “verdades” personales, que dependen del punto de vista de cada uno. Y esas verdades deben ser descubiertas por uno mismo, con independencia de lo que piensen los consejeros.

En coaching, aconsejar a los clientes es inadmisible. Los consejos van en contra de los principios de esta disciplina, que apunta a que cada persona descubra en sí misma los recursos necesarios para solucionar sus conflictos, y tome a continuación sus propias decisiones.

Jorge Guasp
Imagen: elpais.com
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